Street Parade en Zurich

Mucha música techno, mucho decibelio suelto, muchas mallas y medias de putón verbenero muchos pelos de colorines, muchos disfraces, muchos tangas, mucho maquillaje. En fin, ¡todo un espectáculo! Un espectáculo que habría preferido perderme porque la verdad fue bastante aburrido. Me sentí algo estúpida entre cientos de personas que bailaban al ritmo de una música que a mí no me movía ni a la neurona más animada.Vamos, que yo era la única que no saltaba o meneaba las caderas… Y ¿por qué? Porque esa pseudo-música, que llaman techno, no me anima a ello.

Pero empecemos por el principio: Christoph, sin consultarme, quedó con su amigo Migge en ir con él y su “amiga con derecho a roce” a la Street Parade (SP, de aqui en adelante) de este año en Zurich. Yo, que ya estaba haciendo planes para ir ese sábado a ver “Los cuatro fantásticos”, me tuve que guardar la idea en el bolsillo y aceptar los planes de los demás. Hasta cierto punto, no me importaba ir, si tenía compañía femenina, pero al final la “amiga” de Migge se rajó y me quedé yo solita con dos tíos en medio de un Zürich lleno de chicas ligeras de ropa (y había un montón de tíos super buenos, pero es que casi toos eran de la acera de enfrente, leñe). El sábado sabadete a las 2 de la tarde Chris y yo cogimos el tren a Zurich. Como había mucha gente que, como nosotros, quería ir a la SP, el tren estaba llenito. Casi en el último vagón encontramos sitio. Yo saqué mi mp3 y mi libreta y me desconecté de los chalados que estaban a mi alrededor, aunque me llamaron la atención dos chicas que pasaron por el pasillo disfrazadas de gatas: medias de malla, el pantaloncito de un bikini en negro, del que llevaban colgando un rabo muy simpático, una camiseta de tirantes negra y una diadema con orejas en la cabeza. El disfraz estaba muy lograo y era super sexy, bueno, al menos el de una de ellas, que era muy mona, la otra…¡ehem! El viaje fue tranquilo, aunque tuvimos la “suerte” de estar en un vagón donde la luz no funcionaba y al cruzar los tuneles largos nos quedabamos a oscuras.

Zurich, 15h… En la estación ya suena la música techno por todas partes. Entrar al baño es casi una odisea (y eso que hay que pagar 2 francos) y está lleno de gente maquillándose, peinándose, cambiándose de ropa, de zapatos, de personalidad… Nos dirigimos al lago por la Löwenstrasse. Cada dos pasos hay un sitio donde han puesto todos los altavoces que tenían disponibles en la calle y suena techno ininterrumpidamente… En cuanto llegamos a Paradeplatz se empiezan a ver riadas de gente. Nos pillamos tapones pa los oídos y un tubito de crema para el sol (¿Qué sol?). En la General-Guisan-Quai (la calle que va a la orilla del lago) la gente ya empezaba a coger sitio, como en los desfiles del día de América en Asturias en San Mateo o en la Cabalgata de Reyes. Me llamó mucho la atención la cantidad de niños de todas las edades, incluso bebés, que había por allí con sus padres, por supuesto. La más mona, “Labejamaya”, como yo la llamo, que estaba super mona, pero parecía estar super cabreada, jaja. También me hizo mucha gracia ver por primera vez, a una pareja de policia en inline skates con casco y todo. En vista de que por la calle no parecía haber mucho movimiento, de momento, nos fuímos a un parque que había allí al lado del lago y nos sentamos sobre la hierba, que estaba algo humeda, pero bueno. Durante el rato que estuvimos allí, vimos de todo… Una tía, a la que no llegué a hacerle una foto, se paseó por todo el parque en ¡TANGA! Sí, sí, en tanga. Y no es por nada, pero no hacía calor… También vimos una parejita super mona: él con unos pantaloncitos cortos super apretaos y una camiseta semitransparente y ella con un vestido también semitransparente (hecho de ese género que parece puntillas), pero vamos que ellos eran los más modositos y además, no tenían mal cuerpo así que les quedaba bien –dentro de lo que cabe– lo que llevaban puesto. Lo peor fue la cantidad de cuarentones gordos y con tangas o taparrabos, que andaban deambulando por Zurich sin el menos pudor. Era para pegarles. ¡¡Qué pintas!! Pero bueno si son felices…

Cuando empezó el movimiento, nos levantamos de nuestro cómodo sitio en el parque y nos dirigimos hacia donde iba la mayor parte de la gente. La misma calle, en la que antes había cuatro gatos cogiendo sitio, ahora estaba llenita de gente bailando como locos, sudando como cerdos (¡Había cada uno! ) y en fin, disfrutando. En los “Love Mobile”, que eran na más y na menos que trailers con montón de gente encima moviéndose como si tuvieran espasmos y con DJs poniendo la peor música del mundo… Por cierto, uno de los “Love Mobile” era español, de Ibiza (¡Chachi!). Christoph, Migge y yo empezamos a movernos en dirección hacia el otro lado del lago, donde nos esperaba una reserva para cenar. En el camino nos encontramos de todo. Yo casi me muero de la risa con los modelitos que llevaba el personal. Los había para hacerles una foto, por lo buenos que era, y los había para morirse de vergüenza ajena o para escojonarse, según se prefiera. A destacar: un tío en tanga rojo brillante, un top cortito plateado y un turbante bailando en medio de la calle. Éste era para descojonarse, porque el menda no era guapo ni tenía buen cuerpo, pero se lo estaba pasando pipa. Luego está el tipo de unos 40 y tantos vestido con unos pantalones de troglodita, con las piernas, los brazos y la cara pintados de azul y una guirnalda de girasoles colgada en bandolera. Éste era más bien del tipo “vergüenza ajena” porque el outfit que se buscó era más bien malo, pero no parecía importarle, estaba disfrutando de la música como si de Beethoven se tratase. Luego estaban los de las plumas. Eran unos cuantos tíos con una espalda anchísimas, unos culos bien puestos, con plumas en la cabeza –ni que estuvieran en el carnaval de Río– y vestidos únicamente con un tanga minúsculo. El punto final lo puso un negro super alto, con un cuerpazo de infarto, vestido sólo con unos pantaloncitos super ajustados y unas botas con plataformas de, al menos, 10 cm, bailando con un estilo alucinante en medio de la calle. Parecía que estaba bailando pa los dos que tenía enfrente, pero, vamos, que el tío se movía de miedo levantado la pierna y dando vueltas, que pensé que en una de esas le iba a pegar una patada a alguien (¡ja, ja, ja!).

Cuando conseguimos salir del barullo que se había montado al lado del lago, nos dirigimos al restaurante australiano, donde teníamos la reserva, a cenar. No estuvo mal y pude probar cocodrilo (rico) y canguro (demasiado seco) por primera vez en mi vida. Mi novio y Migge se pasaron toda la cena haciendo bromas con lo buena que estaba una de las camareras. Y eso, unido al resto de comentarios que tuve que escuchar durante toda la tarde, acabaron por saturarme, en serio.

Las casualidades de la SP: En la primera foto se ve a un tipo negro con unos pantalones blancos y una camiseta de tirantes negros. Pues este tipo con su familia estuvo cenando en el mismo restaurante que nosotros en la mesa de al lado. Y a los que están vestidos de naranja nos los volvimos a encontrar por la noche tomando algo.

A las 23.34 cogí yo solita el tren de vuelta a Basel y corriendo llegué a coger el tram para llegar a casa a las 12 de la noche. Christoph llegó a las 2. Parece ser que la fiesta en Zurich había decaído después de que yo me fuera… ¡Es que soy el alma de la fiesta!

Resumiendo: El sábado habría sido más entretenido, si me hubiese quedado en Basel y hubiese ido al cine a ver “Los 4 fantásticos” como tenía planeado. La SP no es divertida, si no te gusta el techno, pero puedes pasar un buen rato riéndote de la people.

¡Dios santo, qué pedazo tocho acabo de soltar con el cuento de la SP! Gracias a los que llegasteis hasta aquí por leer…

Con esto y un bizcocho…
Cris

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *