Después de pasar un sábado tranquilo en casa, leyendo, jugando con nuestra nueva PSP, cocinando cosas ricas y hablando con la gente por el messenger, el domingo quedamos con Sabine y Dominik para ir a comer a una casita de la SAC (Schweizer Alpenclub – Club alpino suizo) en la que los padres de Nik estarían trabajando ese día. También venían Andrea, la madrina de Janis. De paso nosotros podríamos llevarles los regalos para el enano que trajimos de España.
Llegamos a Olten a las 11, más o menos. Hacía un frío de la ostia. En Basilea también hacía frío, pero brillaba el sol. Olten estaba cubierto por una neblina de gris plomizo que daba más sensación de invierno, de lo que a mí me gustaba, y eso que yo iba armada de bufanda, guantes, gorro y tres capas de ropa. Nos subimos en el coche y mientras íbamos a buscar a Andrea, le puse las pilas a uno de los regalos para Janis: un teléfono móvil con dibujinos, luces y colores. Resultó que no sólo venía Andrea, sino también su marido, Philip, así que tuvieron que coger su propio coche. Según nos acercabamos a nuestro destino, el blanco de la xelada se convirtió en el de la nieve. Un coche 4×4 podría haber subido hasta la Hütte, pero el Opel Zafira de gas natural de los Vögelis (o sea, de Sabine y Dominik) no llegó muy lejos. Intentaron ayudarlo empujando, pero las ruedas de delante resbalaban y no llevaban cadenas para montarlas, así que nos bajamos todos del coche, cogimos los bartulos, incluido el perro, y mientras Dominik se iba a aparcar el coche, nosotros empezamos el ascenso hasta la cabaña (bueno, casa, de cabaña tenía muy poco).
Dominik tardó en alcanzar al grupo y como yo estaba muerta de frio y llevaba a Jaro, el perro, que no quería parar quieto, me adelanté hasta llegar a una encrucijada, donde tuve que esperar a por el resto. Mis pies estaban muy frios, así que cuando llegué a la Hütte unos 10 minutos más tarde con el perro, me senté en la mesa que acababa de quedar libre, me quité las botas y los calcetines y empecé a frotarme los dedos de los pies. Costó hacerlos entrar en calor. La comida estuvo bien: sopa de verduras y Engadinerli (una especie de salchichas vienesas pero con más sabor), aunque el camarero -otro miembro de la SAC, al igual que Doris y Cäsar, los padres de Nik- tenía problemas para servir. Enseguida notamos que si le pedías dos cosas al mismo tiempo, sólo era capaz de recordar una de ellas, así que nos fueron llegando el pan, los tés, el agua, etc. con cuentagotas XD ¡Pobrecillo! Pasamos unas dos horas allí comiendo y hablando, antes de emprender el camino de vuelta.
Esta vez Jaro iba suelto, así que estuve jugando con él un rato, corriendo pa’riba y pa’bajo. Andrea y Janis bajaron en trineo hasta la encrucijada de antes y luego se quedaron allí otro rato subiendo y bajando la colina. El enano se lo estaba pasando pipa. Luego seguimos bajando hacia el coche y ahí empezaron los peligros. Primero, se calló Sabine al intentar empujar a un coche y ayudarlo a salir de la carretera. Pocos metros más abajo fui yo la que me metí la ostia padre al ir corriendo con Janis. Lo gracioso es que caimos los dos al mismo tiempo :DD Sé que alguien más se calló pero no sé cuándo ni quién porque no lo vi. Y para rematar cuando estabamos al lado del coche de Andrea y Philip -que lo habían aparcado más arriba-, corriendo detrás de Janis me caí entre dos coches golpeándome la pierna contra el bajo de uno de ellos. El gracioso de Janis me vio caer, se me quedó mirando, se rio y marchó corriendo, mientras yo intentaba levantarme. Lo mejor fue el comentario de los mayores. Al caerme, golpeé con la correa del perro que llevaba en la mano uno de los coches, así que ellos se dieron cuenta de que había pasado algo. Christoph dijo: “Debe de ser Cristina que se ha caído”. Sabine pregunta: “¿Dónde está Janis?” y Dominik contesta: “Seguro que debajo de Cristina” ¬¬
Desde ahí hasta el coche no sufrí más caídas pero hoy tengo de recuerdo moratones en ambas nalgas, en el brazo derecho y en el tobillo izquierdo y, además, me duele la espalda >.< De vuelta a la estación, Janis se quedó dormido agarrado al teléfono que le habíamos traído de España (regalo de mi madre, por cierto).
No hicimos más que un par de fotos con el móvil de Christoph y no lo tengo en casa ahora, pero las colgaré cuando pueda sacarlas. Aparte, no os fijéis si faltan acentos o signos de interrogación y exclamación. Escribir español en un teclado suizo es mu complicao. Dad gracias en que me molesto en escribir las eñes XD
Con esto y un bizcocho… Hasta la próxima
Cris